sábado, 26 de diciembre de 2009

Ojos de fuego

Los ríos pútridos fluctuaban sobre el valle sombrío, los danzantes de la noche mataban con feroces muecas infernales. Yo, sentada bajo un árbol iluminado por la lámpara celeste, observaba las fechorías de aquellas bestiales criaturas. Debajo de sus pieles ensombrecidas se escondían un par de canicas de fuego junto con unos colmillos de metal amarillento, su olor era repugnante. De pronto una de ellas, acercó sus pasos hacia mí, y pasando su lengua sobre mi mejilla izquierda, me tomó del cuello. No mostré miedo, detrás de mi espalda ocultaba un afilado puñal a punto de penetrar la asquerosa garganta de aquel espécimen de las tinieblas. De pronto, para mi asombro, sus ojos se tornaron en azul perla, sus facciones, a las de un apuesto caballero que me sonreía y hablaba con afable voz. Mi entendimiento no maniobraba correctamente, estaba embelesada por su belleza descomunal. Dejé caer el puñal sobre la hierba, sus labios envolvieron los míos. Cerré mis ojos, todo estaba transformándose en un abismo negro. Músculos y nervios comenzaban a paralizarse. La muerte en vigilia me esperaba.

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