y quinientas setenta y cuatro estrellas,
bailando por la conciencia de mi pensamiento
de mi complicada locura existencial,
con su verdosa y plateada piel que,
con un suave toque envuelve mi existencia,
lujoso se postra ante lo desconocido,
utilizando una mirada jamás antes vista,
la mirada del estelión,
la mirada cautiva y muda,
aquella que me acompaña en mi dulce agonía…
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