...liberándome de aquella imperiosa obsesión,
cadáver exquisito, frívolo y seductor;
seis años de ver tu disfraz con sabor a hipocresía,
setenta y dos meses ahogándome en oscuridad,
al aferrarme a tu luz inexistente,
volviéndome estúpidamente ciega y sordomuda,
alucinando con tu aliento sobre mi lúbrica almohada,
convirtiéndome en una insignificante criatura
para dejarse aplastar por tu vanidosa falsedad;
transformándome posteriormente en mi propia luz angelical,
y tú, canto olvidado sobre la remembranza de mi existencia,
en una lejana piedra oxidada y sin recato alguno…
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